Leer no es un lujo: es una urgencia cultural y política.

Hay momentos en que un libro te cambia la vida. No es una exageración, es una certeza que compartimos quienes hemos encontrado en las páginas de un buen texto una voz, una idea, una respuesta o incluso una pregunta que nos acompañará por años. Leer nos transforma porque nos conecta con otros mundos, con otras realidades, con lo mejor —y a veces lo más incómodo— de nosotros mismos. Y por eso, leer no debería ser un privilegio.

En Chile, sin embargo, todavía lo es. Hoy, un libro puede costar lo mismo que una cuenta de servicios básicos. No por encuadernación, no por distribución, sino por un impuesto que se aplica sin criterio ni visión de futuro. El libro paga IVA. Y eso encarece la lectura, pone barreras, y envía un mensaje brutal: que la cultura puede esperar, que el conocimiento tiene precio.

Es momento de decirlo claro: el impuesto al libro debe eliminarse. Porque si queremos un país más libre, más justo, más democrático, necesitamos ciudadanos más informados, más críticos, más creativos. Y eso empieza con el acceso universal a la lectura.

Pero no se trata solo del precio. Se trata de voluntad. Se trata de política. Necesitamos políticas públicas que protejan nuestras bibliotecas como verdaderos santuarios de saber, que fomenten la lectura en todas las edades, desde la primera infancia hasta la adultez mayor. Necesitamos clubes de lectura en barrios, libros en las cárceles, literatura en los hospitales. Necesitamos formación, mediación lectora, incentivos a la industria editorial. Necesitamos poner la lectura en el corazón de nuestro desarrollo.

Porque cuando un niño lee, se expande. Cuando una joven encuentra un libro que le habla, se empodera. Cuando un adulto mayor redescubre el placer de una novela, se reconcilia con el tiempo. Y cuando una sociedad entera lee, se construye un futuro más consciente, más humano y más libre.

Desde la política, debemos asumir el compromiso permanente de promover la lectura. No solo con discursos en el Día del Libro, sino con acciones concretas, con presupuestos reales, con una convicción profunda de que un país que lee es un país que piensa.

Hoy, más que nunca, leer es un acto revolucionario. Y garantizar el acceso a los libros es una tarea política de primer orden.

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